Por Xiomara Núñez de Céspedes
Coordinadora Comité Equidad de Género Cooperativas de las Américas
El coronavirus ha cambiado el rumbo del actuar del mundo, de tal modo que nuestras calles de tan solas nos resultan irreconocibles, nuestras familias las vemos más cercanas y añoramos nuestras horas de duro trabajo para ganar el sustento, pero no todo es extraño, hay conductas y actuar del ser humano que no cambian con la emergencia, por el contrario se agudizan y se extreman como una amenaza silente sobre las cabezas de sus víctimas, como lo es la violencia contra la mujer.
Afrontemos una realidad sin olvidar otra que de tan cotidiana se vuelve invisible; pero dolorosamente la cuarentena solo la agrava. El maltrato es la dura realidad que están viviendo las mujeres lastimadas que en este tiempo de pandemia y cuarentena sufren de la manera más indescriptible la violencia, misma que ve multiplicarse día a día en sus hogares a consecuencia del encierro obligatorio con su agresor.
La inmadurez, bajo control de las emociones, tendencia a reaccionar de manera explosiva, cero tolerancia a la frustración, dar importancia a las cosas pequeñas, comportamientos ordenados y obsesivos, experimentar ansiedad, afectarse mucho por los sentimientos, manifestar quejas psicosomáticas y reclamar atención sobre sí mismo, son solo alguna de las reacciones que terminan en agresión por parte de los maltratadores en este tiempo de claustro.
El Estado debe prestar mayor atención a las denuncias de maltratos contra la mujer que se vienen dando de manera muy frecuente en estos días, evidenciando el incremento de la violencia intrafamiliar. Si vemos que es tratado de manera muy superficial por la prensa, claro efecto resultante de las tantas noticias generadas por la pandemia, que deja casi irrelevante lo terrible de lo recurrente de la violencia.
El uso de protocolos para tratar a las mujeres maltratadas en tiempos de cuarentena se hace mandatorio, no es posible dejar en claustro a las víctimas con su agresor, es una conducta peligrosa que pone en juego la vida de ellas.
La violencia familiar y el maltrato doméstico como consecuencia de ella es un fenómeno tan complejo que no se debe valorar solamente desde el aspecto físico, sino también emocional y psicológico; para ello las autoridades que responden a los llamados por denuncias de violencias deben ser correctamente entrenados en las diversas formas de violencias que existen ya que las que se ven, como son las físicas, no son más terribles que las que no se ven, como las psicológicas y emocionales.
La creación de un equipo multidisciplinario que entreviste y valore al agresor desde el primer momento en que la víctima pone la denuncia y se conoce el caso de violencia familiar se hace necesario.
Son muchos los casos en los que los cuerpos de seguridad que intervienen, recogen la denuncia de gravísimas amenazas para la vida y la integridad de la víctima, sin embargo, le dan una amonestación y le dejan ir, luego estas amenazas se materializan, dejando en la orfandad y desamparo a los infantes que resultan ser los más perjudicados de los que sobreviven a la tragedia.
Corresponde por tanto acciones específicas por parte del Estado y ayuda en la manera de dar educación sobre la prevención por parte de la sociedad civil. Es una responsabilidad de todos y todas las que puedan contribuir para educar tanto a las víctimas, para que puedan detectar las conductas de riesgo, como a los agresores para pedir ayuda ante un desequilibrio emocional que pueda desencadenar en acciones violentas, de igual forma a los cuerpos de seguridad para tomar conducta ante los eventos de violencia intrafamiliar.
Tomemos conciencia plena, es un error pensar que la violencia contra la mujer no es un problema grave en este momento de pandemia; eso solo nos dejaría como alternativa o que las mata el Covid-19 o lo hace el verdugo que convive en su hogar. Es más que conocida la incertidumbre económica que sufren los hogares, más aun si dependen del día a día para obtener los recursos, situación que agrava el desequilibrio emocional de los miembros. En este triste escenario sobreviven muchas mujeres objetos de maltrato e indiferencia por parte de las personas que deberían ayudarlas.
La crisis actual nos pone como reto el velar por la seguridad y el bienestar de las familia de manera integral, aprovechémosla. Dios nos ayude.