En medio de la pandemia, los habitantes de La Pola, corregimiento que por años fue escenario de masacres y desplazamiento, le dan curso a su nueva vida con emprendimientos y convirtiéndose en empresarios.
Ese crecimiento empresarial ha contribuido a que despierte en ellos un sentimiento de solidaridad con los vecinos menos favorecidos del terruño que por años fue escenario de la violencia.
Ya pasó un año desde que la Unidad de Restitución de Tierras, la Embajada de Suecia y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) entregaron la dotación necesaria para poner en funcionamiento la primera panadería de la vereda La Pola.
Una de las fundadoras de esta iniciativa, María Garcerán, aseguró que ha sido una gran manera de salir adelante. “Gracias a la iniciativa, nos capacitamos y ahora estamos produciendo pan y tortas de muy buena calidad y esto nos ha ayudado a llevar más ingresos a nuestros hogares y a que nuestras familias reconozcan que el aporte de las mujeres va más allá del cuidado de los hijos y las labores del hogar”, aseguró María Concepción Garcerán.
Ella, quien recuperó su predio tras la violencia, gracias a la Unidad de Restitución, es una de las 20 lideresas de la zona que conformaron la Asociación de Mujeres de La Pola (Asomujerimpaz) y que presentaron la iniciativa productiva “Llegó el Pan”, que les permitirá vender productos de panadería en la vereda.
La cooperativa
Asomujerimpaz, hace parte de la Cooperativa Agropecuaria del Centro del Magdalena – Colapaz, que es una organización dedicada a la ganadería doble propósito y a la producción de derivados de la leche como el queso costeño. Esta colectividad cuenta con 143 socios (16 restituidos) de Chibolo, Plato y Sabanas de San Ángel (Magdalena).
Para transformar el territorio y garantizar sostenibilidad de los proyectos productivos, la Unidad de Restitución, Suecia y la FAO han apoyado a Colapaz con capacitaciones y con los recursos para la compra de dos tanques fríos y la construcción de un centro de acopio de leche, 66 salas de ordeño, dos galpones, un vivero y un hidrosilo.
El trabajo del convenio de cooperación se ha visto reflejado en la alianza comercial entre Colapaz y Coolechera, la marca de lácteos más reconocida de la región Caribe que está garantizando la compra de la leche durante todo el año a un precio favorable para los productores.
“La experiencia que hemos tenido es que las cosas funcionan y se consiguen a través de los procesos asociativos” afirmó Carlos Carranza, presidente de la Asociación Colapaz de Chibolo, Magdalena.
Y es que Colapaz es la muestra de que la asociatividad es la clave del desarrollo rural, pues su iniciativa ha conseguido no sólo incidir en sus socios, sino potenciar la competitividad del territorio. Lograron mediante el acuerdo comercial con Coolechera incidir en todo el mercado de la zona estandarizando precios, uno de los retos más grandes a los que se enfrentan las comunidades rurales.
“Aquí un litro de leche valía 350 pesos en manos de los intermediarios. Al día de hoy, hemos logrado que el litro de leche se pague a mil cien pesos y nos compran toda la leche que producimos, todo el año”, añadió María Garcerán.
De hecho, María es también una de las socias fundadoras de la Asociación de Mujeres de La Pola – Asomujerimpaz – que hoy lidera la iniciativa social y empresarial “Llegó el pan”, la primera panadería de la vereda La Pola. Ella junto a muchas otras mujeres vinculadas a este proceso son parte del 51% que han asumido ser miembros de las juntas directivas, desafiando los roles tradicionales y asumiendo el compromiso de nuevas tareas.
La solidaridad
Los miembros de Colapaz, conformada por víctimas de la violencia que recuperaron su tierra y por otros miembros de la comunidad de Chibolo (Magdalena), se contagiaron de solidaridad y donaron 160 litros de leche a familias de la zona que por causa de la emergencia sanitaria generada por el Covid-19 están pasando momentos difíciles por falta de alimento. Un ejemplo de la solidaridad de las familias de restitución.
Colapaz está integrada por 143 familias restituidas y no restituidas, y se constituyó en el año 2016 gracias al apoyo de la Embajada de Suecia; la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura – FAO y la Unidad de Restitución de Tierras; pero más importante gracias al trabajo comprometido de la comunidad; la cooperativa conformada en su mayoría por víctimas que recuperaron su tierra, hoy le “saca la leche” a sus proyectos productivos de ganadería doble propósito, además cuentan con un centro de acopio lechero apoyado por la cooperación internacional.
Dairo Guette García, gerente de Colapaz manifestó: “Es de gran orgullo para los miembros de la cooperativa este acto de solidaridad. El cooperativismo implica que todos ayudan, todos ponen, y en eso esta comunidad tiene mucha experiencia. Hoy nos unimos por una buena causa han sido 160 litros de leche para familias que lo necesitan, 40 de estos litros los donamos los asociados de manera directa y los 120 restantes los donó la cooperativa. Seguimos trabajando para apoyar a más familias”.
El representante de esta cooperativa también recordó lo que vivió su comunidad cuando fue despojada por lo violentos y vivió lo que muchas familias viven hoy; situaciones de hambre y vulnerabilidad, aseguró que: “Nadie entiende el dolor como aquellos que se reconocen e identifican con una situación similar”. Este es el caso de las familias de Chibolo, que pasaron días oscuros debido al dolor que trajo la guerra en Magdalena. A finales de los años 80 y comienzos de los 90, Chibolo se convirtió en el centro de operaciones del líder paramilitar conocido como “Jorge 40”; el causante de que muchas familias abandonaron sus predios, cosechas, animales y salieron desplazados para resguardar su vida.
Pese al dolor que han vivido, esta comunidad se ha sabido recuperar. En el departamento de Magdalena, 266 familias han sido beneficiadas con proyectos productivos implementados por la Unidad de Restitución de Tierras, entidad que ha invertido más de 7 mil millones para garantizar que la economía de estas familias sea favorable; a la fecha 180 sentencias han sido emitidas por jueces y magistrados, restituyendo 13.839 hectáreas, esto ha garantizado no solo su derecho a la tierra, sino la transformación de sus vidas y de sus comunidades.
La comunidad de Chibolo es una muestra de que la restitución de tierras se ha convertido en una oportunidad para transformar los territorios a través de los emprendimientos rurales que mejoran la calidad de vida de las familias y promueven la asociatividad y la reactivación económica del campo. Hoy nos dejan como enseñanza que la solidaridad es más que dar lo que sobra, es compartir a manos llenas lo poco o mucho que se tiene.