“Para nosotras es un orgullo confeccionar y acercarles estos superbarbijos a nuestros vecinos y vecinas a un precio accesible, realizados por investigadores argentinos del Conicet, por científicos de nuestras universidades públicas. Estamos muy contentas de que lleguen a los barrios populares”, dice Silvia Cano, responsable de las textiles del Frente Popular Darío Santillán, en diálogo con El Destape.
Son sesenta mujeres que trabajan en uno de los varios polos textiles que tiene la organización, en este caso ubicado en la estación Darío y Maxi, en Avellaneda. La mitad de la producción se distribuye mediante donaciones a comedores populares y espacios recreativos de los barrios, y el otro cincuenta por ciento es vendido a un tercio del precio de mercado a través de su comercializadora MeCoPo.
Este es un proceso en el que se ponen en ejecución las alianzas intersectoriales que promueven Cooperativas de las Américas y la ACI: los barbijos (tapabocas) fueron desarrolladas por el Conicet, en alianza con la Universidad de San Martín, y una pyme ubicada en La Matanza, la textil Kovi S.R.L., los fabrica con la condición de donar el 10 por ciento de sus telas a talleres textiles cooperativos.
Comenzaron hace cuatro meses y van por los 20 mil barbijos confeccionados, a un ritmo de 5 mil por mes. No venden al por mayor y solo se pueden comprar hasta veinte unidades por persona. El objetivo es evitar la reventa con el precio multiplicado en kioscos y farmacias, con lo cual las cooperativas se convierten en reguladoras del mercado.
La primera donación fue hacia la villa 21-24, que tuvo un pico de contagios en los primeros meses de la pandemia. Luego siguieron por barrios de La Matanza, La Villa Itatí en Quilmes, de San Martín, Merlo y distintos puntos del Área Metropolitana de Buenos Aires.
Ahora coordinan con los gremios docentes para que la próxima entrega solidaria llegue a maestras y maestros, y así ofrecerles mayor seguridad sanitaria en el regreso de las clases presenciales.
Las cooperativas textiles de las organizaciones sociales lograron ser incluidas como proveedoras del Estado y firmaron convenios con el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad bonaerense. La rama textil del FPDS trabaja desde hace más de 20 años, con más de 350 mujeres y hombres de Argentina, Bolivia, Perú y Paraguay, entre otros países.
“Las textiles ya veníamos muy golpeadas y llegó la pandemia, las compañeras no tenían para llevar un mango a la casa. Con este trabajo podemos ayudarlas”, explica Silvia. Son mujeres de todas las edades, muchas jóvenes y algunas que todavía no se pudieron reincorporar a la actividad porque son mayores de sesenta años, aunque colaboran desde sus casas.