Los dos juegos, diseñados para los más pequeños, se han popularizado entre los hogares mendocinos. Su particularidad es que están hechos de cartones, papel de revista y pedazos de plástico que son reutilizados gracias al aporte de cientos de vecinos que separan los residuos para destinarlos a las cooperativas de reciclaje, que los clasifican para finalmente ser ensamblados por el equipo de Economía Social y Ambiente del área de Innovación Social de la Universidad Nacional de Cuyo.
Las piezas de ambos juegos provienen de las miles de toneladas de desechos que se producen en Mendoza. Las cooperativas que participan en este proyecto son Los Triunfadores, La Fortaleza de mi Tierra, Coreme y El Humito de San Martín.
“Uno lo ve como un desecho pero termina siendo un juego creativo. Mucha gente los busca y se lleva uno para sus ahijados o nietos y pueden conocer de este proceso que hacen las organizaciones sociales y el programa, con un fuerte valor emocional”, narra Cristina Sagnier, presidenta de la Asociación de Recuperadores Urbanos Los Triunfadores de Godoy Cruz.
Y agrega: “El amor parte desde el propio vecino que nos espera uno o dos días a la semana con los residuos separados y nos advierten cuando van en la cajita de tetra brik vidrio rotos o nos rótula lo que estamos llevando, para que no nos lastimemos. Valoran el trabajo que hacemos para reducir el volumen de todo lo que se consume y se desecha”.
La mujer de 29 años, que desarrolla este oficio desde que salió de la secundaria, agrega: “La mayoría de la gente que capacitamos, enganchó y tiene claro que sí entre todos ponemos un granito de arena para la separación en origen de los residuos o el cuidado del agua, el Planeta no tendrá fecha de vencimiento. Son muchas las empresas que nos reservan los cartones y los particulares que se suman a esta idea”.
Por su parte Viviana Paredes, referente del programa de Economía Social y Ambiente del área de Innovación Social, recuerda que este proyecto surgió para promover el cuidado del ambiente a través de talleres educativos y que hoy se convirtió en un trabajo de gestión social con un alto impacto en la comunidad y en el medio ambiente. Cuenta que se hicieron talleres de capacitación escuelas de organizaciones y que poco a poco se fueron extendiendo sus redes con las cooperativas para llegar a más de 250 familias. “Estos juegos tienen un cariño especial. Muchas veces los chicos están cansados de las tareas y se puede aprender mucho jugando. Al mismo tiempo reconocemos el trabajo de los recuperadores urbanos”, destacó la estudiante de sociología.